TEORÍAS PEDAGOGICAS



Por lo común, el estudio de la historia de la pedagogía empieza por el pensamiento educativo en la antigua Grecia, civilizacion que tiene su origen  en el periodo romano-alejandrino, o en el medieval, mientras que a la civilización propiamente helénica (y por consiguiente diversa de la helenística) se debe reconocer el mérito de haber producido los aspectos creadores y liberadores de la cultura, o sea, los aspectos que siguen siendo su valor genuino y permanente. Gozar la belleza artística sin preocupaciones didascálicas, darse el gusto de interrogar a la naturaleza libres de toda actitud mágica o ritualística, ver en la historia la obra consciente de los hombres y no de oscuras fuerzas divinas o demoniacas: he aquí unas actitudes que los griegos fueron los primeros en descubrir, quizá en modo insuperable. 


Sobre la base de consideraciones como éstas es fácil caer en una idolatría de lo griego, considerándolo como una especie de milagro nacido del encuentro de una estirpe humana, dotada de inteligencia y sensibilidad excepcionales, con ciertas circunstancias de clima y ambiente extraordinariamente favorables, en una situación geográfica que facilitaba una asimilación rápida de todo lo elaborado por las más importantes culturas del Oriente mediterráneo.Todas las otras civilizaciones orientales florecen sobre el tronco de macizas organizaciones estatales que se extienden uniformemente sobre grandes y a veces inmensos territorios. Potentes clases o castas sacerdotales y guerreras monopolizan el poder y el saber a la vez y constituyen el indispensable instrumento de dominio de los monarcas, los cuales se rodean de un fasto y unos honores dignos de dioses y a veces son considerados como auténticas divinidades sobre la tierra. Verdad es que existía un pequeño pueblo originalmente nómada, que más tarde arraigó en Palestina, con características muy diversas; pero su influencia y potencia fueron mínimas incluso en los breves periodos en que logró preservar su independencia: sólo más tarde se dejó sentir la inmensa importancia de la contribución judía, cuando su estado fue destruido definitivamente y los hebreos se dispersaron en pequeños grupos por todo el mundo. Por otra parte, también la civilización judía era eminentemente sacerdotal y por lo mismo diversa en extremo de la civilización griega. La civilización griega es una civilización laica, donde no existe una clase sacerdotal potente y organizada; es una civilización de ciudadanos-soldados, donde no existe, salvo en momentos y sitios particulares, una clase o casta guerrera; es una civilización que madura sobre estructuras políticas extremadamente fraccionadas (las ciudades-estados), nunca estáticas, sino en perenne desarrollo, y en las que, por vez primera en la historia del mundo, se afirman formas conscientes y elaboradas de democracia; es, por lo tanto, una civilización donde ocupa un lugar prominente la discusión ante asambleas con poderes deliberativos, de forma que el problema de la persuasión racional (y por lo tanto de la ciencia y la filosofía) emerge en formas hasta entonces desconocidas. Estas características, expuestas sumariamente y sin pretensión de que sean completas (ya tendremos ocasión de analizarlas mejor más adelante), presuponen, a manera de fondo sobre el cual destacan por contraste, las características, casi opuestas, de las civilizaciones orientales.


PENSAMIENTO FILOSÓFICO-PEDAGÓGICO EN LA ANTIGÜEDAD CLÁSICA Y HELENISTA.


PANORAMA HISTÓRICO CULTURAL DE LA ANTIGÜEDAD CLÁSICA-HELENÍSTICA.

Antigüedad clásica es un término amplio para un largo período de la historia cultural centrado en el Mar Mediterráneo, que comprende las civilizaciones enclavamiento de la antigua Grecia y la antigua Roma, conocido colectivamente como el mundo greco-romano. Es el período en el que la sociedad griega y romana floreció y ejerció una gran influencia en toda Europa y el Medio Oriente.
Se toma convencionalmente para comenzar con la poesía griega más temprana-grabado de Homero, y continúa hasta la aparición del cristianismo y de la decadencia del Imperio Romano. Se termina con la disolución de la cultura clásica en la clausura de la Antigüedad tardía, integrado en la Alta Edad Media. Esta amplia muestra de la historia y el territorio abarca muchas culturas y épocas diferentes. "Antigüedad Clásica" puede referirse también a una visión idealizada entre la gente después de lo que fue, en palabras de Edgar Allan Poe, "la gloria que fue Grecia, la grandeza que fue Roma".
La cultura de los antiguos griegos, junto con algunas influencias del antiguo Oriente, se impuso en toda la antigüedad clásica como la base del arte, la filosofía, la sociedad y los ideales educativos. Estos ideales fueron preservados e imitados por los romanos. Esta fundación cultural greco-romana ha sido inmensamente influyente en la lengua, la política, los sistemas educativos, la filosofía, la ciencia, el arte y la arquitectura del mundo moderno: A partir de los fragmentos conservados de la antigüedad clásica, un movimiento de renovación se formó gradualmente desde el siglo 14 partir de la cual llegó a ser conocido más tarde en Europa, el Renacimiento, y de nuevo resurge durante varios avivamientos neo-clásica en los siglos 18 y 19.

PERÍODO HELENÍSTICO

La Grecia clásica entró en el período helenístico con el ascenso de Macedonia y las conquistas de Alejandro Magno. Avances significativos se realizan en las ciencias, en particular, con los seguidores de Aristóteles.
El período Helenístico terminó con el ascenso de la república romana a un poder super-regional en el siglo 2 a.C. y la conquista romana de Grecia en el año 146 antes de Cristo.

EDUCACIÓN GRIEGA:

El tipo de educación griega acabo por prevalecer y difundirse por todo el mundo helenístico – romano. 
La educación elemental a cargo del didáskalos,comprende el aprendizaje de la lectura y la escritura y un mínimo de aritmética; por su parte la música , danza y gimnasia pierden gradualmente importancia.
·   La educación media consiste principalmente en la lectura y comentario de los “clásicos”. Este estudio minucioso y analítico se complementa en medida cada vez mayor con el estudio sistemático de la gramática.
·   La educación superior  es sobre todo de carácter oratorio y por lo mismo esta confiada al réctormás tarde llamado también sofista.
El curriculum o plan normal de estudios nunca está ausente del todo el aspecto científico – matemático. Antes bien, se le reconoce como parte de aquella “cultura general” que la educación helenística se proponía conscientemente impartir. Tal cultura denominada “enciclopédica” de formación multilateral y no especializada o profesional.
En la fase secundaria se abordaban la aritmética y la geometría elementales y se enseñaba algo de la teoría musical y astronomía.
En el campo filológico no existían relaciones eficientes entre alta cultura e instrucción, los filólogos alejandrinos inventaban procedimientos casi modernos de crítica de los textos clásicos restituyéndoles su auténtica fisonomía y liberándolos de interpolaciones.
En astronomía ocasionaba desconfianza estaba basado en sencillos criterios científicos, pero que no respondía a los criterios estéticos y ético religiosos por entonces predominantes.
La instrucción científica incluida en la enseñanza secundaria era impartida por maestros especializados.
La instrucción superior adoptada formas aún más variadas que la secundaria, si bien la nota dominante seguía siendo literaria -  retorica. Se da en instituciones tan diversas entre si como los “colegios de efebos” organizados siguiendo el modelo del de Atenas o en el museo de Alejandría
Los retores y sofistas se les confiaban la tarea de complementar la formación intelectual de los jóvenes salidos de los colegios efébicos.

 HOMÉRO EDUCADOR

La educación homérica se divide en la Iliada y la Odisea:

LA EDUCACIÓN EN LA ILIADA:

De todo esto resulta una distinción neta entre la clase noble, constituida por guerreros e hijos de guerreros (el laos) y el pueblo (demos) de campesinos, artesanos, etcétera. Pero la clase noble no se dedica al puro ejercicio de la fuerza bruta: por un lado desenvuelve toda una actividad de consejos y asambleas que requiere dotes oratorias, y por el otro se le presentan abundantes ocasiones de 
convivencia en la paz y en la guerra que estimulan las actividades artísticas y jocundas. Por último, el espíritu agonístico, cuando no se ejercitaba en el combate real o en algún tipo de “torneo”, se manifestaba de buena gana en las luchas y competencias deportivas. Por tanto, la educación del “caballero” homérico (como lo podríamos llamar, aunque no combatía a caballo sino en carros tirados por parejas de caballos) no era en modo alguno sencilla, por más que no tuviese nada de la educación minuciosamente mecánica del escriba oriental. Comprendía deportes y ejercicios caballerescos como caza, equitación, lanzamiento de la jabalina, lucha, etc., y ciertas actividades artísticas como el canto y el tañimiento de la lira. Quirón al parecer enseñó a Aquiles incluso elementos de cirugía y farmacia, pero probablemente se trata de un reflejo de ideas orientales, más bien que de una representación efectiva de la praxis griega. Por el contrario, la descripción homérica de la educación que el mismo Aquiles recibió de su otro maestro, Fénix, es digna de la más atenta consideración. Adviértase en primer término que Fénix, noble exiliado que había buscado refugio en Ftía, en la corte de Peleo, es acogido y estimado en ésta al punto que se le concede casi como un feudo la región de los dólopes. Posteriormente le fue confiada la educación de Aquiles, aún en tierna edad, como sucedía precisamente en la Edad Media, en que a veces se confiaba la educación de un príncipe a un vasallo de confianza. Se ocupa personalmente incluso de su alimentación y le toma afecto como si se tratara de su propio hijo. La educación de Aquiles se completa por obra de Fénix en el campo, durante los primeros años de la guerra de Troya, y tiende esencialmente a volverlo maestro “del arte de la acerba guerra” y “del ágora donde los varones se hacen ilustres”. Fénix tiene pues tal conciencia de su papel y de su importancia que exclama de repente volviéndose a Aquiles: “Y te crié hasta hacerte cual eres”. Pero continuemos con el discurso de Féníx. Presupone una ética del honor que es obviamente la ética de toda sociedad de guerreros. Es justo que a todo entuerto se exija una reparación. Pero reparaciones son también las súplicas (acompañadas de pruebas de deferencia, regalos y promesas) que Agamenón y todos los aqueos, por medio de la embajada de Ulises, Áyax, y el mismo Fénix, le dirigen al airado Aquiles. Incluso cuando hay de por medio el asesinato de un pariente los hay que prefieren aceptar del asesino “el precio” (el “güidrigildo” medieval de las leyes longobardas) a caer en la espiral de las venganzas. Hay que saber transigir a tiempo, con mayor razón si sólo se trata de ofensas de poca monta. Así pues, la ética del honor va acompañada por una ética de la cordura y de la mesura y se advierte incluso vislumbres de una ética de la comprensión y la misericordia en la bellísima imagen de Até, la diosa coja del mal, que corre por el mundo seguida de las desdichadas Suplicantes, que en vano se esfuerzan por reparar los males causados por aquélla e invocan la ira de Zeus sobre quien no les presta oídos. Sin embargo, es dudoso que este último elemento haya formado verdaderamente parte de la educación guerrera que aquí nos ocupa: se trata más bien de un elemento propio del espíritu del poeta. Homero, el cantor de las luchas titánicas y las crueles matanzas, trata su materia con la serenidad del gran artista pero ciertamente no con indiferencia; la nota más profunda de su poesía es una desencantada y humanísima tristeza por los inútiles estragos que describe y que sin embargo apasionaban tanto a las muchedumbres que lo escuchaban. En Homero, educador de Grecia, este elemento se debe poner en justa evidencia, por más que no haya sido el que tuvo mayor influencia. Probablemente no podría entrar en el cuadro de la educación de un guerrero en los albores de la edad arcaica, cuando el sentido del honor y el amor por la gloria son los verdaderos valores absolutos, el único desafío posible a la muerte, más allá de la cual aparece tan exangüe e inútil la supervivencia en el Hades. Lo que cuenta es dejar fama de sí, para lo cual importa “ser siempre el mejor, superior a los demás”. Por otra parte, este ideal agonístico de la vida no está limitado únicamente al valor en el combate. El vocablo griego “areté”, que se traduce imperfectamente como virtud, tiene ya en la época homérica una connotación mucho más rica. 
   
LA EDUCACIÓN HOMÉRICA EN LA ODISEA:

También la astucia y versatilidad de Ulises entraban con pleno derecho a formar parte del ideal educativo del guerrero. Más difícil es juzgar si también entraban otras características del Ulises homérico: la insaciable curiosidad y sed de conocer, la gran habilidad en el mentir, el sólido arraigo que tenían en él los afectos familiares. La Odisea no representa el mismo tipo de sociedad que la Ilíada; si bien nos encontramos ante las mismas pequeñas monarquías autónomas, el poder del rey parece menor que en la Ilíada. Los reyes son asistidos por consejos de nobles sin cuya aprobación parece que los reyes no pueden tomar decisiones importantes (recuérdese la permanencia de Ulises en la isla de los feacios). Probablemente las posesiones de los nobles han pasado de precarias (o revocables por autoridad del rey) a ser estables y hereditarias y la nobleza aprovecha todas las ocasiones para debilitar el poder real. ¿Quiénes son, por ejemplo, los Pretendientes? Son nobles que aspiran al trono en detrimento del heredero natural de Ulises, Telémaco, y si parecen solidarizarse entre sí es de suponer que ello se debe a que, independientemente de quién resulte elegido consorte de Penélope, esperan establecer un control colectivo sobre el poder real. Hay sin embargo un elemento nuevo, de importancia por lo menos igual, que aparece apenas fugazmente, o sea, el surgimiento del comercio marítimo de altura y, por consiguiente, la formación de una nueva clase de acaudalados mercaderes-navegantes. Es posible que se dedicaran a esta actividad también algunos nobles e incluso ciertos reyes (¿cómo habría que interpretar si no los ocho años de viaje en Oriente que enriquecen enormemente a Menelao?); lo cierto es que se ha formado poco a poco una contraposición consciente entre el ideal de la formación “cortés” de la clase noble y el tipo plebeyo del traficante en grande, sin otras miras que la riqueza, que naturalmente es objeto de desprecio por parte de los aristócratas. Así, cuando Ulises se niega a participar en los juegos organizados en su honor por los feacios, el noble Euríalo lo zahiere con estas palabras:  
¡Huésped! Pareces ignorar aquellos ejercicios en que se instruyen los hombres. Más que a un atleta te asemejas a patrón de marineros mercantes que, sobre su nave de carga, sólo se cuida de sus mercaderías y del lucro de sus rapiñas.  
La ofensa es grave y Ulises debe demostrar al punto hasta qué extremo es infundada replicando con fogosas palabras y lanzando un disco a distancia tan respetable que nadie se atreve a contender con él. Más adelante veremos cómo la contraposición entre actividades desinteresadas, como los juegos que no dan provecho, y actividades utilitarias, es decir, enderezadas a la ventaja práctica y material, se convierte en un rasgo característico de la mentalidad griega clásica. En la Odisea por lo menos se aprecia en alto grado el trabajo productivo: Laertes, antiguo rey y padre de rey, labra personalmente el campo; Ulises ha construido con sus manos el lecho nupcial. En este aspecto se pierde un tanto el paralelismo con el feudalismo medieval: el noble de la Edad Media no conoce otras actividades físicas que la guerra, la caza, los torneos, etc. Pero si nos tomamos el trabajo de distinguir entre lo que pudiera ser representación de las costumbres de la época, en sus aspectos generales, y ciertos ideales más bien propios del poeta Homero, no podemos por menos de llegar a la conclusión de que la vida simple, pacífica, justa y laboriosa de la modesta y peñascosa Ítaca, tan malamente perturbada por la crápula de los Pretendientes, es más un paradigma moral acariciado por el poeta que la pintura de una efectiva realidad. El ideal de un reino de tipo patriarcal respondía quizá a un sentimiento generalizado de reacción contra la vida ociosa y disipada de una nobleza cada vez más potente. Pero, al menos en este sentido, es innegable que la ética inspiradora de la Odisea no es sólo la de una “civilización cortés” (cortés se deriva de “corte” del rey o del señor) en pleno florecimiento, sino que anticipa ya en cierto modo la ética de la convivencia pacífica, laboriosa y justa de que se constituiría en heraldo el otro grande poeta educador de Grecia, el beocio Hesíodo. El ideal de formación del noble guerrero sigue ocupando un sitio prominente en la Odisea, pero menos que en la Ilíada. La areté del héroe principal no sólo es más compleja y su personalidad más rica y humana que la de los protagonistas de la Ilíada, sino que en verdad aparecen o se intuyen ahí valores nuevos de vida ordenada y serena por una parte, y por la otra de espíritu de aventura que ya no es esencialmente bélico, sino que aparece ligado a la curiosidad por lo nuevo y al gusto por los viajes. La sociedad ahí representada es con frecuencia refinada y siempre cortés; se puede despreciar a los comerciantes, pero nadie desprecia el bienestar. Y sobre todo hay un sentido del derecho mucho más evolucionado que el simplista propio de la Ilíada, si bien se trate aún de formas de derecho consuetudinario. Nos hemos referido ya a la mayor complejidad de la vida política, pero también habría que referirse al discurso de Telémaco ante la asamblea itacense, con sus exactas distinciones entre cuestiones que hoy llamaríamos de derecho público —la elección de un nuevo rey para la isla— y cuestiones que denominaríamos de derecho privado —su derecho al patrimonio paterno y la distinción entre éste y los bienes aportados en dote por la madre. El hecho de que estas cuestiones hayan tenido cabida en un poema significa que la generalidad de los oyentes podía comprender su sentido e interesarse en ellas. Es significativa la educación de Telémaco, que si bien tendrá su gran iniciación guerrera en la batalla contra los Pretendientes al lado del padre, no parece haber sido esencialmente militar. A juzgar por los resultados, y los pocos datos que se pueden recoger directamente, Telémaco ha sido educado por sabios ancianos en el amor a la reflexión y la moderación, la conciencia de los propios límites y el respeto por los demás; tal educación se completa con los viajes que más que países nuevos le permiten conocer nuevos ambientes y nuevos modos de vida. La Odisea termina, como es sabido, con un pacto celebrado, por intervención de Palas Atenea (diosa de la sabiduría), entre el rey Ulises y los nobles de Ítaca supervivientes. El poeta lo llama “eterno acuerdo”. Pero no es más que la transfiguración poética de una esperanza de la que con seguridad participaban los oyentes, en una época en que sin duda las discordias entre monarcas y nobles habían alcanzado proporciones preocupantes; otros caminos muy diversos y mucho más fecundos para el desarrollo de la civilización debía recorrer la historia de la “polis” griega, que no el de una armoniosa convivencia entre monarquía y aristocracia.

LOS SOFISTAS




LA EDUCACIÓN EN LA EDAD MEDIA Y LA ALTA 
ESCOLÁSTICA




El siguiente vídeo es acerca de la historia de la pedagogía, te ayudara a comprender mejor la información anterior.




BIBLIOGRAFIA:



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